PREFACIO

El Bastón de Mando

Fernando se encontraba a la entrada de la caverna acompañado por Alisa y Julio. Todos llevaban sus vestimentas y armas salpicadas de sangre ajena. Había empezado a llover, el cielo gris ocultaba al sol. Quedaba como mucho una hora de luz. La camioneta en la que vinieron aguardaba a pocos metros, marcada con los agujeros de los disparos enemigos.

“Aquí yace el Bastón de Mando” declaró Fernando, señalando hacia la cueva y limpiando el sudor de su frente con el dorso de su mano. Su cabello negro y largo estaba amarrado en una trenza. Notó la herida en la cabeza de Julio cuyo cabello estaba empegotado con sangre. Se había salvado de milagro, la bala solo rozó su cabeza.

“¿Te sientes bien, Julito?” Preguntó Fernando a su amigo.

“Fue solo un rasguño, ¡mis fuerzas vuelven a cada paso que doy!” declaró Julio, dando un golpecito con su pistola Glock en su frente. Dejó escapar un gemido de dolor al sentir su brazo encalambrado. Fernando miró preocupado el brazo de su amigo y luego se dirigió a Alisa. Ella llevaba su cabello también trenzado pero con un diseño espiral que facilitaba la lucha.

“Y tú, ¿estás preparada para lo que viene?”

“¡Pocas cosas en la vida me tienen tan motivada!” respondió ella acomodando su subametralladora, cambiando su peso de un pie al otro, como quien se prepara para una carrera.

“Muy bien, no hagamos esperar más a la muerte. ¡En marcha!” 

Los tres se adentraron a la caverna, la lluvia quedó atrás y ahora la roca fría de los túneles los cobijaba. El suelo había sido aplanado en partes y las paredes mostraban herramientas y señalización propia de una mina. Los agentes de SoraCorp se habían apoderado de estos territorios gracias a su influencia con los políticos de la zona, convirtiendo la cueva en base de operaciones desde la cual lanzaban ataques contra las comunidades para obligarlos a que dejaran estas tierras.

Cuando SoraCorp llegó a la región, prometieron miles de trabajos para las comunidades aledañas a las cuevas, llegaron con sus máquinas de excavación y un ejército de obreros, poco a poco fueron extendiendo su mano y sacaron a la gente de allí. Dadas las injusticias, los campesinos se habían reorganizado y respondían a las obras de SoraCorp con una contraofensiva feroz. Se asociaron con tropas guerrilleras que operaban en esas montañas, incluso los indígenas ayudaron mostrando rutas secretas y haciendo operaciones de sabotaje cuando podían. La misión era simple: En esas cuevas yacía un objeto legendario, SoraCorp lo sabía y quería también el Bastón de Mando. Fernando, Alisa y Julio eran al parecer los primeros en adentrarse tanto en el territorio tomado por SoraCorp y ahora exploraban la caverna en búsqueda del bastón.

Al interior de la caverna se sentía el aroma de la leña ardiente mezclado con el olor a tierra y roca. Los tres jóvenes se desplazaron tan sigilosos como pudieron, caminando agachados y sin hacer ruido, pero al avanzar fueron avistados por un par de guardias que los iluminaron  con linternas y empezaron a disparar. Vestían fatigas militares propias de soldados norteamericanos y llevaban armas automáticas. Fernando y Alisa se tiraron al suelo pero Julio fue impactado en el brazo que ya tenía una herida de bala, pensaron que lo habían matado pero seguía moviéndose, buscando protegerse tras unos contenedores de metal.  Los guardias empezaron a gritar palabras de comando entre sí en inglés, permitiendo a Fernando hacerse un mapa mental de la ubicación de cada enemigo. Sacando solo su arma por la esquina, Fernando disparó sin mirar, impactando a uno de los agentes de SoraCorp el cual cayó al suelo. Cuando el otro guardia acudió a su rescate, Alisa aprovechó y los mató a ambos.

“Julio, ¿te puedes parar?” dijo Fernando ofreciendo una mano a su amigo quien solo aferraba su brazo herido y se quejaba de dolor. Alisa se acercó y entre ambos lograron levantarlo y comprobaron que el brazo de Julio estaba mal, el hueso estaba destrozado y el sangrado era constante.

“Espéranos aquí entonces” dijo Alisa.

“¡Nunca!” Gritó Julio. “¡Esto lo empezamos juntos y lo terminaremos juntos, con o sin brazo!” Julio se hizo un torniquete con un pañuelo e introdujo un pedacito de trapo en su nueva herida para estancar el sangrado, recargó su pistola y avanzó decidido por la caverna, murmurando la tonada de una canción de heavy metal. Fernando y Alisa lo siguieron a través de la oscuridad.

Varios metros más adelante encontraron los suministros y pertrechos de los obreros: tiendas de campamento, armas de fuego de corto y largo alcance con muchas municiones, sanitarios portátiles y otras herramientas. Una lámpara potente en el centro de la cámara iluminaba todo el lugar, se podía escuchar el sonido de un río subterráneo por otra cueva más adelante. Fernando tomó la lámpara para iluminar el camino.

“El agua nos llevará al bastón” dijo Alisa, y continuaron avanzando, llegando finalmente a una amplia cueva, oscura como una noche sin luna y repleta de estalactitas. Finalmente vieron el río bravo cruzado por un puente de metal improvisado, las enfurecidas aguas del río subterráneo rugían como dando una advertencia. Al otro lado del puentecito había un pedestal de roca de un metro, con símbolos rupestres y otros grabados adornando su superficie. Encima reposaba el Bastón de Mando, un báculo de madera negra con gemas incrustadas y cintas de colores. Se mantenía erguido sobre el pedestal, imponente y arcano, exudando una energía ancestral que hablaba de su poder legendario. Alrededor del pedestal yacían varios cuerpos, agentes de SoraCorp que al parecer habían sido fulminados por el poder del bastón. ¿Acaso el Bastón podía matar a aquel que lo tocara y que no fuera digno de él?

“SoraCorp construyó este puente” dijo Alisa. “Al menos se ve seguro y nos va a ahorrar muchos problemas…”

Sus palabras fueron interrumpidas cuando Fernando pasó por el puente, pero la estructura se dobló con un crujido y se partió. Alisa y Julio se asustaron al ver a Fernando luchando para evitar ser arrastrado por la corriente. Las gélidas aguas empezaron a llevarlo hacia la oscuridad, pero el joven logró invocar sus fuerzas restantes y se aferró a las rocas, dio un grito desgarrador y empezó a avanzar determinado en dirección al báculo, negándole al río su intención de arrastrarlo hacia las entrañas de la montaña. Finalmente, subió la pendiente rocosa y estiró su mano, tomando el Bastón de Mando, levantándolo con otro grito, esta vez de victoria, mientras sus amigos celebraban. Fernando sentía el poder del bastón recorriendo su cuerpo y cruzó las aguas de vuelta sin problema. Abrazó a sus amigos quienes se sentían revitalizados por haber recuperado la reliquia. Salieron de las cavernas y encontraron su vehículo donde lo habían dejado, aunque ahora el firmamento revelaba las primeras estrellas de la noche.

“¿A dónde vamos?” preguntó Julio.

“Al pueblo, llegaremos en unos diez minutos” respondió Fernando. “Allí el comandante Rojas y los rebeldes nos esperan. Con el Bastón de Mando en nuestro poder los demás pueblos lo seguirán y podremos derrotar a SoraCorp.”

“Los rebeldes no seguirán al comandante Rojas” dijo Alisa. Fernando la miró confundido.

“¿De qué hablas? ¡Tenemos el bastón!”

“Todos ellos seguirán al portador del bastón, Fernando. Te seguirán a tí.”

Hubo un momento de silencio. Los jóvenes se miraron entre sí. Julio se acercó y estiró su brazo bueno, apoyando su mano en el hombro de Fernando.

“Te seguiré por siempre a los confines del mundo” declaró. “Lo juro.”

“Pero el bastón…” empezó Fernando. Alisa lo interrumpió.

“El comandante Rojas lo sabía, Fernando, por eso te envió a tí, porque sabía que podrías recuperar el bastón, sabía que serías un buen líder.”

Los tres permanecieron en silencio otro momento, los pensamientos de Fernando corrían a toda velocidad, comprendiendo el sentido y la importancia de su misión, sintiendo el gran peso de la responsabilidad que caía en sus hombros. Con una sonrisa, levantó el bastón y éste empezó a brillar con unas hermosas luces de colores.

Avanzaron por el camino veredal y llegaron a la carretera principal pero notaron que tras una curva había un retén con soldados y agentes de SoraCorp, todos fuertemente armados. Fernando detuvo el carro en seco sin saber que hacer, todos se miraban asustados. No lo iban a lograr, ¡maldita sea! ¿Qué podrían hacer contra tanto odio, contra tanta violencia?

Un megáfono sonó desde el retén donde los soldados apuntaban con sus fusiles al vehículo.

"Bueno muchachos, este es el fin del camino, entréguenos el bastón y nadie saldrá herido, ¡les doy mi palabra!"

La voz del tipo sonaba con acento gringo, un agente de SoraCorp sin duda. Alisa y Julio miraron a Fernando y le dijeron "¡Usa el bastón! ¡No hay otra forma!"

¿Usar el bastón? ¿Pero cómo? Fernando se concentró en las lucecitas que emanaba la reliquia y sintió el tiempo detenerse. Una voz de otra época le habló y le dio instrucciones, Fernando sabía qué hacer.
"Después de todo, vamos a salir bien de ésta muchachos, no se preocupen" dijo Fernando mientras apretaba el bastón con una mano y daba marcha a la camioneta, acelerando hacia la barricada, inmunes al parecer ante los disparos enemigos...

Acerca del Mundo
El escenario principal de PHANTÄSIA TIERKREIS es nuestro mundo moderno, o mejor dicho, una versión alterna de él. Las crónicas pueden ocurrir en nuestras propias ciudades, usando como inspiración las historias y rumores del barrio, los hechos noticiosos, mezclado todo con una alta dosis de magia y fantasía.

El Despertar
¿De dónde salió la magia? No se sabe con certeza pero los primeros registros acerca de la existencia de este poder datan desde principios del nuevo milenio. Mucho profeta estuvo alertando a la humanidad acerca de los grandes cambios que se avecinaban para nuestra civilización al alcanzar el año 2000, y al parecer algo tenían de cierto. Eventos celestes como el paso de cometas o la posición de los planetas en ciertos patrones confirmaban, según ellos, la veracidad de sus extrañas profecías. 

El poder de la magia se hizo real, de repente algunas personas podían volar, o lanzar bolas de fuego por sus manos, los conjuros de adivinos y brujos de ciudad empezaron a funcionar. Los gobiernos de diferentes naciones trataron de controlar la situación creando agencias para contener y controlar esta nueva fuente de energía. Sin embargo se toparon con muchos problemas.

Nuestra civilización entraba así en una fase de descubrimiento semejante al de la revolución industrial, el poder de la magia había llegado para cambiar a la humanidad para siempre. No es un poder implícitamente maligno o benigno, es como cualquier otra herramienta y puede aplicarse para ayudar a los demás o para destruirlos, de ahí el afán de algunos gobiernos en contener y entender esta fuerza.

Vino con la magia una revelación para algunos profetas de garaje: Este nuevo poder era la primer manifestación del fin de los tiempos. Empezaba así el Apocalipsis. ¿Pero cuándo exactamente? Según ellos, el "primer sello" ya se había roto y era inevitable la destrucción del mundo. 

Las personas se adaptaron y trataron de seguir sus vidas como siempre, al fin y al cabo la sociedad seguía moviendo sus engranajes, algunos eventos que salían en las noticias se sentían remotos y distantes, problemas de otro país. La mayoría de personas tenían problemas mucho más inmediatos, como pagar la renta, comprar comida y evitar ser convertido en sapo por algún mago loco de camino al trabajo.

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